Tus besos suelen ser,
como sol de verano,
que encienden mis deseos,
hasta el punto de quemarnos.
Ese punto tan deseado,
que nos tiene hechizados,
porque sentir tus besos,
se convierte en un pecado.
Un pecado tentador,
un deseo muy sabroso,
al saborear tus labios,
ese manjar tan delicioso.
Un manjar prohibido,
y yo me siento privilegiado,
porque me puedo derretir,
cuando te tengo a mi lado.
Tenerte a mi lado,
es una dicha tan grande,
y me siento tan orgulloso,
que me envidian todos los hombres.
Un hombre se suele sentir,
como si estuviese en el paraíso,
disfrutando de los besos,
aunque los pruebe sin permiso.
Un permiso atribuido,
por mi corazón,
que suspira por ti,
palpitando de emoción.
Palpita tan fuerte,
que desea escaparse,
al sentirse prisionero,
buscando a forma de liberarse.
Liberase de las ataduras,
que tiene la cordura,
porque estando contigo,
disfruta de una maravillosa locura.
La locura que me invade,
derritiéndome al sabor,
de tus labios de miel,
cuando los beso con pasión.
“La sensación que tus besos ejercen en mí es como el hielo se derrite al calor cuando roza tu cuerpo fundiéndose en el momento de la pasión”.
Miguel de la Mancha
(poeta y escritor)