El ser humano,
por su condición ,
nunca está conforme,
“es base de nuestra naturaleza”.
Si tengo esto,
deseo aquello también ,
pero nunca valora,
“lo que poseemos en realidad”.
Lo mismo ocurre,
con las personas,
sin valorar realmente a quién ,
“el valor a quién tiene a su lado”.
Envidiamos a las personas,
por lo que poseen,
pero cuando poseemos nosotros,
“no valoramos nuestro tesoro”.
Cuando tenemos nuestro trofeo,
cuando está al lado nuestro,
nos sentimos realizados,
“nos sentimos dueños sin derecho”.
No le ofrecemos después,
ni los detalles anteriores,
menos el tiempo ,
“necesario que necesita como antes”.
A veces somos ,
o más bien creemos,
que es perpetuo,
“debiendo de ser un deseo mutuo”.
A nuestro lado ,
pero cuando lo vemos,
perdido o se ha marchado ya,
“lamentamos no haber dado más”.
Empezamos a dar,
pataletas de ahogado,
queremos a toda costa,
“recuperar lo que ya perdimos”.
Aunque luchemos contracorriente,
pagamos un alto precio,
el haber hecho daño,
“con tanta falta de aprecio”.
Luego nos duele en el alma,
y después nos arrepentimos,
de todos esos detalles,
“que no hicimos en su momento”.
Pasamos de un idilio,
a un sufrimiento,
haciendo de caer,
“apagando esa llama de pasión “.
Vamos apagando sin querer,
el momento de felicidad,
cambiándolo por rutina,
“y así matando el amor”.
Ese maravilloso amor,
que tanto nos costó ,
cultivar con sacrificio,
“hacer nacer de la nada”.
Pero pronto lo matamos,
porque la costumbre,
se convierte en rutina,
“y el final se vecina”.
Cuando pasa esto,
la rutina es el abandono,
y el abandono se convierte,
“es la muerte del amor”.
La perdida de un sentimiento,
que no lo valoramos,
hasta haberlo perdido,
“es el peor remordimiento”.
Por eso debemos,
“al nacer el amor”,
vivir el presente,
“y hacerlo todo inolvidable”.
Vivir el día a día,
como si fuese,
el día de la conquista,
“y sembrar el futuro juntos”.
En vez de lamentarnos,
de lo que hemos perdido,
felicitarse a si mismo,
“por tener viva la llama del amor”.
Con esa actitud,
de haber logrado,
vivir una vida,
“disfrutando un presente maravilloso”.
Soñar con la ilusión,
para vivir un futuro,
y no lamentarnos nunca,
“de perder un gran amor”.
No debemos de lamentar,
que hubiese sido ,
un presente distinto,
“ahora no sería un pasado”.
Si yo hubiese hecho,
valorando todos los momentos,
lo que hoy lamento,
“hay que ser presente y no pasado”.
Miguel de la Mancha
( poeta y escritor)